Que extraño?, nunca supimos porque nuestro padre nos mando a comprar el asta a Santiago, en consecuencias que barracas habia en Puente Alto, y... ! Habian dos !
Cerca de las cuatro de la tarde, llegamos sudorosos cargando el liston redondo que media mas de tres metros hasta el tren. Alli comenzo nuestra odisea, ! No habia forma de hacerlo entrar al vagon de segunda clase! Por la puerta era imposible, el angulo y la puerta nos lo impedia, por el costado tampoco. Empezabamos ya a desesperar, cuando un pasajero saltando de su asiento tubo la brillantre idea y nos dijo:
- ! Cabritos, metanlo por la ventana, yo les ayudo !
Al decirlo en voz alta, fue como una orden que se hubiese dado a los otros pasajeros que se pusieron de inmediato a ayudarnos. Con mucha dificultad fue pasado por una ventanilla rozando el cabello engominado de algunos varones y amenazando seriamente el peinado de algunas damas. Fue puesto por el suelo a lo largo del pasillo.
No terminabamos de acomodarnos en nuestros asientos, cuando el inspector de "nariz colorada" dio el pitazo de partida. ! Regresabamos a Puente Alto con la mision cumplida ! A la llegada, la misma dificultad para sacarlo del tren.
Asi fue el Puente Alto de mi infancia y su ferrocarril, esas fueron sus gentes; amables, solidarias y desinteresadas.
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